Mi nombre es Francisca, tengo 31 años, soy casada y tengo dos hijas, Emilia de 3 y Sofía de 6 meses. Soy arquitecto de profesión y desde hace 3 años que empecé con este emprendimiento.
Conocí al amor de mi vida a los 15, mi primer y único pololo, y me casé a los 24 años, así que si son buenas para las matemáticas llevamos mucho tiempo juntos. Cuando llevábamos 2 años casados nos pusimos en campaña para tener hijos, y aquí viene la primera parte de la historia, no nos resultó. Y así, un día de la nada choqué con las puertas de la infertilidad, y el pensar que quizás jamás llegaría a ser madre.
Soy una persona super positiva, proactiva y siempre enfrento los desafíos con ganas. Empezó todo el proceso de investigar, ir a los famosos seguimientos, pasar por miles de exámenes, etc. Meses e incluso años de esto pasa la cuenta y fue cuando tuve mi primer episodio de depresión. Y cómo no, si vivía en la clínica! Tenia 26 años, todo se veía "normal" y mi infertilidad era de causa desconocida (finalmente llegamos a la causa, pero más adelante les contaré de esto).
Para alguien super cuadrada, matea, y seca para investigarlo todo, que no le encuentren explicación a algo es lejos lo peor. Sientes que no puedes hacer nada y tratas de sacar energía de dónde sea, pero en un minuto se me acabó.
Fue muy duro, vivía en la clínica, entre ginecólogos, sicólogo, siquiatra, andrólogos, etc. Pasé por varias inseminaciones, y puros test negativos. No puedo ni empezar a explicarles lo espantoso que esto es, podría iniciar un blog al respecto pero no es mi intención.
Llegamos a un punto con mi marido que decidimos descansar. Empecé a ir al siquiatra, al sicólogo y a tomar antidepresivos y a preocuparme de mí. Finalmente en marzo del 2015 decidimos hacer una in vitro, y así fue como una vez más saqué pilas para volver a empezar.
Sabía que podía no resultar, mi hermana mayor pasó por lo mismo y tubo a sus hijos luego de 6 in vitro (si, seis!). Cuento bien corto, logramos tres embriones de excelente calidad, y decidí usar dos y congelar uno. Así es cómo en diciembre del 2015 llegó la Emi (el otro embrión se absorbió).
Fue un embarazo difícil, pero mis ilusiones de poder convertirme en madre finalmente se hicieron realidad y la verdad no podría explicarles en palabras la inmensa felicidad que sentí esos 9 meses.
Afortunadamente todo este período yo trabajaba en una empresa y pude tener licencias, pre y posnatal. Y bueno, la Emi llegó al mundo por cesárea, a las 38 semanas un 18 de diciembre. 46cm y 2.6kg del amor más puro.